9/6/10

Imágen expresiva...

Que es la expresión??

Etimológicamente: movimiento del interior hacia el exterior, es decir, una presión hacia afuera, es la demostración de ideas o sentimientos. La expresión puede quedar como un acto íntimo del que se expresa o transformarse en un mensaje que un emisor transmite a un receptor, con lo que se convierte en comunicación.

Imágen comunicativa...

Que es la comunicación??

La comunicación es el proceso mediante el cual se transmite información de una entidad a otra. Los procesos de comunicación son interacciones mediadas por signos entre al menos dos agentes que comparten un mismo repertorio de signos y tienen unas reglas semióticas comunes. Tradicionalmente, la comunicación se ha definido como "el intercambio de sentimientos, opiniones, o cualquier otro tipo de información mediante habla, escritura u otro tipo de señales". Todas las formas de comunicación requieren un emisor, un mensaje y un receptor.

27/9/09

Fotos de la prisión Abu Ghraib



















dossier TPNº3

Introducción.
A la hora de realizar el trabajo dado por la profesora, tuve una primera impresión y fue la de “no me va a salir nada”. Las imágenes que teníamos que trabajar eran nada más y nada menos que las de la prisión de Abu Ghraib, en Irak, de la guerra producida por los ataques sucedidos el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, en ese entonces estaba de presidente George W. Bush.
La teórica que trabajamos es Susan Sontag, una escritora realmente excelente. La investigación que realicé de esta escritora me llevo a descubrir muchas ramas acerca de los temas tratados como el de las fotografías en distintos tipos de conceptos, los medios de comunicación, la locura que produce la guerra misma, como afecta a la gente que le toca de cerca y a los que no.
Con respecto a las fotos de la prisión de Abu Ghraib no tengo un gran comentario, son tan atroces como las que muestran en los noticieros todas las semanas. Si bien es un tema muy difícil el de la guerra, hay gente que realmente no le interesa pensar si las fotografías que vemos constantemente pueden llegar a uno de los familiares de la gente torturada.
Yo decidí tratar el tema de la frivolidad como concepto. Al leer “Ante el dolor de los demás” de Susan Sontag no pude pensar nada más que en la mediocridad y falsedad que tienen ciertos medios de comunicación para soportar llevar ese tipo de información en esa forma a gente que quizá le queda la marca toda su vida, no solo por haber sufrido la pérdida de algún ser querido, sino por ver en la forma o condiciones en la que estuvo.
La forma de abordar este trabajo fue plasmarlo en una revista, utilizando los medios de comunicación y su frivolidad, trabajar con las fotos de esta prisión, e introducir canciones de lucha, tocando en la revista distintos temas y quizá también distintos puntos de vista en un mismo tema que es: La Guerra.











Conceptos:
 Frivolidad: Frívolo es aquello que insustancial o ligero. Este adjetivo, que proviene del latín frivŏlus, permite calificar a ciertos espectáculos, publicaciones, textos y canciones, donde predomina lo sensual y la forma en lugar del contenido. También se califica como frívolas a las personas que adoptan conductas ligeras y superficiales.
La frivolidad suele ser asociada a la estupidez o a una forma de inconsciencia. La persona que es frívola no se compromete con la realidad y se limita a quedarse con lo banal. Sin embargo, la frivolidad es una parte inherente y, para muchos, necesaria de la conducta humana.
Hay quienes aseguran que se necesita un tiempo y un espacio para la frivolidad y la falta de compromiso. En estos casos, lo frívolo se asocia a la diversión y a la juerga, y supone una especie de descanso de los problemas cotidianos. Por supuesto, el exceso de frivolidad implica una desatención de la realidad y representa un problema, ya sea personal (no atender las propias cuestiones) o social (falta de solidaridad con los problemas del prójimo).
La frivolidad también aparece vinculada con una forma cultural. Los productos y servicios de lujo, por ejemplo, suelen tener un valor extra ya que la persona que los adquiere desea exhibirlos en una actitud frívola. No importa sólo tener un reloj de oro, sino que el comprador desea exhibirlo y que todos se enteren de la adquisición.
La frivolidad, por lo tanto, también es un modo de vida impulsado por intereses comerciales y, en ocasiones, políticos (es preferible que la sociedad se quede en lo superficial y no se comprometa con un cambio).
 Camp: El Camp es una estética en que basa su atractivo en un valor irónico o un cierto mal gusto.
Cuando apareció el término, en 1909, se utilizaba para referirse a comportamientos ostentosos, exagerados, afectados, teatrales o afeminados. Hacia mediados de la década de 1970, el término se definía como banalidad, artificio, mediocridad u ostentación tan extrema como para provocar un atractivo sofisticado.1
La escritora norteamericana Susan Sontag, en su ensayo de 1964 titulado Notes on camp, enfatiza el artificio, la frivolidad, la clase media naif, la pretenciosidad y el impacto como elementos clave.
La palabra Camp viene del argot francés se camper que significa posar de una forma exagerada.
Según el teórico Samuel R. Delany, el término a camp se desarrolló a partir de las prácticas travestidas y de prostitución que acudían a los campos militares para ofrecer servicios sexuales a los soldados. Más tarde, describía la estética y comportamiento del hombre homosexual de clase obrera. Se adjetiviza y expande su uso con el ensayo de Susan Sontag.
La estética Camp puede ser representada por la obra por John Waters con Hairspray y Polyester. También Andy Warhol realizó películas experimentales que pueden considerarse impregnadas de espíritu camp. Las celebridades asociadas con el estilo camp son Drag Queen y performers como Dame Edna, Divine, Rupaul, Boy George o Liberace.
Como parte de una defensa antiacadémica de la cultura popular de la década de 1960, el estilo camp consiguió popularidad en los años 80 con los puntos de vista postmodernos en el arte y la cultura.
 Medios de comunicación: Como medio de comunicación se hace referencia al instrumento o forma de contenido por el cual se realiza el proceso comunicacional o comunicación. Usualmente se utiliza el término para hacer referencia a los medios de comunicación masivos (MCM, medios de comunicación de masas o mass media), sin embargo, otros medios de comunicación, como el teléfono, no son masivos sino interpersonales.
Los medios de comunicación son instrumentos en constante evolución. Muy probablemente la primera forma de comunicarse entre humanos fue la de los signos y señales empleados en la prehistoria,1 cuyo reflejo en la cultura material son las distintas manifestaciones del arte prehistórico. La aparición de la escritura se toma como hito de inicio de la historia. A partir de ese momento, los cambios económicos y sociales fueron impulsando el nacimiento y desarrollo de distintos medios de comunicación, desde los vinculados a la escritura y su mecanización (imprenta -siglo XV-) hasta los medios audiovisuales ligados a la era de la electricidad (primera mitad del siglo XX) y a la revolución de la informática y las telecomunicaciones (revolución científico-técnica o tercera revolución industrial -desde la segunda mitad del siglo XX-), cada uno de ellos esenciales para las distintas fases del denominado proceso de globalización.
Los medios (plural de “medio”) es un término que refiere a esos medios organizados de la difusión del hecho, la opinión, etc; tales como periódicos, la publicidad, las películas de cine, radio, televisión, revistas, el World Wide Web, los libros, los CD, el DVD, los VCD, los videojuegos, videos y otras formas de publicar. Estos son llamados así por su finalidad que es informar y en algunos casos entretener.
El propósito principal de los medios de comunicación es, precisamente, comunicar, pero según su tipo de ideología pueden especializarse en; informar, educar, transmitir, entretener, formar opinión, enseñar,controlar, etc.
Debido a la complejidad de los medios de comunicación, Harry Pross (1972) ha separado estos en tres categorías, a partir de su grado técnico. En 1997 Manfred Faßler contribuyó con una nueva categoría, quedando así la siguiente clasificación:
• Medios primarios (medios propios): están ligados al cuerpo humano. No necesitan el empleo de técnica alguna para la comunicación, que a su vez es sincrónica. Ejemplos: Narrador, Cura, Teatro
• Medios secundarios (máquinas): Necesitan el empleo de técnicas (tecnologías) del lado del productor de contenidos. El receptor de la información no necesita ningún dispositivo para decodificar la información. Ejemplos: Periódico, revistas, etc.
• Medios terciarios (medios electrónicos): Necesitan el empleo de técnicas (tecnologías) del lado del productor de contenidos y del receptor. Ejemplos: Telegrafía, televisión, discos de música, etc.
• Medios cuaternarios (medios digitales): Permiten tanto la comunicación sincrónica como asincrónica (interacción). Necesitan el empleo de técnicas (tecnologías) del lado del productor de contenidos y del receptor. La división de estos últimos (productor y receptor) tiende a desaparecer, así como el tiempo y la distancia. Los medios cuaternarios o medios digitales son parte de los Nuevos Medios de Comunicación.
 Lenguaje Visual: Todas las imágenes visuales están constituidas por forma, color, textura y luz en diversas medidas. Forma, color , textura e iluminación son características que podemos identificar en cualquier imagen o configuración visual.
La forma es la propiedad de la imagen o de un objeto que define su aspecto. La forma de un objeto suele estar delimitado por su borde proyectado desde un punto de vista espacial, normalmente corresponde con el punto de vista del observador. En el lenguaje visual, la forma más pregnante en términos gestálticos, la constituye el contorno o borde exterior general de una entidad visual o figura.
El color es otro de los elementos esenciales de la configuración visual de una imagen, y por lo tanto un elemento imprescindible en la comunicación visual. El color suele organizarse cromáticamente en un círculo, en la que se suelen diferencian los colores primarios de los secundarios y terciarios en la gama cromática. También se suelen diferenciar los colores luz de los colores pigmento. Dentro de la gama cromática suelen distinguirse igualmente los colores de gama fría (azules, violetas, verdes) de los cálidos (amarillos, naranjas , rojos).
El color es una propiedad que va relacionada a la iluminación y está directamente relacionada con la forma. A nivel funcional, el color tiene un papel fundamental en la comunicación, ya que conecta de un modo muy directo con el campo emocional del individuo.
La textura hace referencia normalmente a los rasgos visuales representados en la superficie de un objeto que da carácter e identidad al mismo en la representación. Suelen ser pequeños rasgos visuales que definen la relación de “veracidad” entre el objeto real y el objeto representado. Así la textura de una imagen o un fragmento de imagen, suele dar identidad diferenciando al objeto representado. Las texturas suelen integrarse en el conjunto de la imagen, aportando una sensación ambiental y pasando muchas veces desapercibidas en la imagen o en los objetos representados.
La iluminación es un aspecto más de la configuración de las imágenes, ya que de ella depende que sean percibidas las formas, los colores, y el resto de los elementos visuales en el plano de la representación. La luz existe implícitamente en la representación, pero también es sugerida a través de la relación de contraste , de sombras proyectadas y demás recursos visuales que sean representados.
La psicología de la Gestalt es una teoría de la percepción surgida en Alemania a principios del siglo XX que alude a los modos de percepción de la forma de aquello que vemos. Nuestro cerebro decodifica la información que recibimos a través de diversas asociaciones que se producen en el momento de la percepción.
Los principios de la Psicología de la Gestalt son:
• Ley de relación figura-fondo:
El ojo reconoce una figura sobre un fondo, sin embargo figura y fondo pueden funcionar como fondo y figura respectivamente. En este caso se habla de una relación reversible o ambigua. Un ejemplo claro de un autor que haya realizado imágenes con estas características es Escher.
Relación figura-fondo bien definida: La imagen puede destacarse claramente del fondo.
Relación figura - fondo indefinida: También conocido como "mímesis". En este caso se produce una confusión que no permite diferenciar claramente la figura del fondo.
Todas estas leyes responden al modo de percibir del ojo humano, a través del cual el cerebro decodifica la información visual. Constituye el modo en que percibimos constantemente. Actúa sobre nosotros, y nosotros actuamos en relación también a ello.
En cuanto al manejo de los códigos visuales, tanto para su estudio como su empleo en la creación de mensajes comunicacionales, es importante tener en cuenta las relaciones entre el campo y la figura, dónde además de las características formales la ubicación de los elementos también es generador de sensaciones e interpretado por nuestro cerebro. De este modo, si delimitamos una imagen a través de un encuadre, ubicando uno de sus elementos en la parte central del campo, éste dará sensación de quietud y atraerá al espectador. Sin embargo, si el mismo objeto es ubicado en la parte superior central del campo, la sensación generada será de tensión.
















Sobre la Frivolidad:
La Frivolidad como sentido de la vida Humana. Roberto Mojerón Rodriguez.
Uno de los elementos importantes en que se expresa el carácter paradójico de la naturaleza humana es el referido al sentido de la vida, que suele debatirse entre dos extremos: la existencia en sí misma y la existencia orientada a la trascendencia.
Resulta evidente que el ser humano no tiene otra forma de expresar su presencia que existiendo; sin embargo, lo que distingue a las personas en cuanto a este aspecto es el valor, el significado que cada cual otorga a su existencia y, en consecuencia, cómo decide vivir.
Hay personas que sobrevaloran el primer extremo. Son quienes aprecian en demasía, el tiempo y el espacio, el aquí-ahora, las condiciones materiales, la satisfacción inmediata, el confort, la moda, lo banal, la ausencia de compromisos de todo tipo e, incluso, la popularidad. Para ellas los conflictos, las privaciones, el sufrimiento, las responsabilidades y el sacrificio, son asuntos para otros, sin importancia, algo propio de la gente masoquista que gusta de pasar trabajo. A este tipo de personas ni siquiera les preocupa su realización espiritual, lo que pueden legarle a sus seres queridos y a las personas en sentido general. A esta especie de seres humanos se les suele reconocer en Cuba y en el mundo como superficiales o frívolas.
La frivolidad es pues, una manera de ver y vivir la vida y, a la vez, una actitud ante ella, caracterizada por la superficialidad, la inmediatez, la falta de legítimo amor al ser humano, la falta de genuinas motivaciones de autodesarrollo, la carencia de compromisos con otros y con nosotros, el egoísmo, la falta de voluntad para encarar los problemas, el concepto externalista de lo bello y lo bueno y la pretensión ilusoria de que lo único importante en la vida es sentirnos bien y vivir cada vez mejor y más cómodos.
La frivolidad, entonces, es por todo lo anterior, una pseudocultura, una forma de enajenación, un modo de vida que limita el desarrollo personal y la creatividad humana, un mecanismo que favorece el estancamiento social y afecta el hábitat natural del ser humano: las relaciones sociales.
La frivolidad en la actualidad es potenciada por tendencias culturales que destacan el valor de la belleza corporal, la fuerza física, el sexo y el erotismo como medios de triunfo y reconocimiento individual, el confort material, el consumismo, el relativismo ético e ideológico, la búsqueda directa y constante de placer, el snobismo y la subordinación a los dictados de la moda.
No obstante, a pesar de que en los análisis de la frivolidad prevalecen determinantes culturales, este fenómeno tiene un trasfondo e interés político, por cuanto una sociedad predominantemente frívola, desdeña la política, el compromiso social, la defensa ante el daño antropológico, la participación ciudadana responsable en la reestructuración de la sociedad civil, el ejercicio legítimo de los derechos y valores humanos. Por ende, una sociedad que adopta la frivolidad como modus vivendi y fin, es una sociedad susceptible de ser desinformada, manipulada, intimidada y doblegada, sin que siquiera tome conciencia de ello.
El sostenimiento de los patrones culturales e ideológicos típicos de la frivolidad en una sociedad, se garantiza, además de por acciones políticas y culturales, mediante una educación desligada de la realidad, sin pretensiones de desarrollar el razonamiento y la creatividad, centrada en la apropiación de conocimientos puntuales y destrezas específicas, en la saturación con eslóganes políticos y didactismos que provocan, a la vez que una actitud reproductiva del conocimiento, la indiferencia política, la falta de responsabilidad ciudadana, la dependencia social y, al mismo tiempo, la práctica de una existencia enajenada a través de una metarrealidad simplificada, desprovista de complejidades inasumibles, signada por el principio vital hedónico de la búsqueda de placer y la evitación del dolor.
La frivolidad se opone al hecho innegable de que el ser humano y su existencia son inevitablemente complejos, aunque se pretenda hacerlo, nunca podrán simplificarse. La diferencia en el nivel económico y de confort entre una y otra persona, no es posible justificarla y explicarla únicamente por la cantidad de dinero o bienes materiales que posea una u otra, hay que tener en cuenta las capacidades de cada cual, sus valores humanos, la red de apoyo social, las motivaciones de cada quien, entre otros muchos factores. Del mismo modo que, el desear estar con una persona, no siempre es sinónimo de amor, o que llegar a la tercera edad es irremediablemente llegar a la antesala de la muerte.
La frivolidad puede potenciarse también como respuesta ante la falta de perspectiva social de desarrollo personal. La pérdida de la esperanza, la vivencia cotidiana en el sinsentido, en no pocas ocasiones conduce a la postura típica del avestruz, de esconder la cabeza en la tierra, solo que, en este fenómeno, es la persona quien aprecia en la frivolidad un espacio para recrear sus sueños y realizarse, escapando de una realidad social que le es sumamente hostil y restrictiva.
Las consecuencias de asumir la frivolidad como sentido de vida son altamente perjudiciales. Pensemos en aquellas personas que a diario proponen “vivir el momento, no coger lucha, ¡esto no hay quien lo cambie, no te compliques!, ¡obten tu beneficio y no mires para el lado!” o también: “lo tuyo es aprobar, no ser científico; a ti que te paguen, nunca esperes que le pongan tu nombre al trabajo”. Asimismo en planos tan sensibles como el amor, la pareja, las relaciones interpersonales y la familia, la frivolidad es tangible en frases como: “yo quiero pasarla bien contigo, pero no quiero complicarme la vida teniendo otros compromisos” (el compromiso del amor); “hay que unirse a las personas que te resuelvan y te pongan a vivir mejor, los amigos no existen”. O algo más triste: “mi hijo que luche, yo no lo voy a mantener, si se mete en problemas que los resuelva como pueda”. También están los egoístas: “los hijos le complican mucho la vida a uno y yo tengo que vivir mi vida”. En este mismo plano de la familia están los que carecen de todo escrúpulo para litigarle a su madre, su padre o un hermano, la vivienda o una propiedad.
Por otro lado, seguro usted conoce de aquellos jóvenes, adultos o personas de avanzada edad que ante una situación complicada e imposible de evadir, refieren “no poder con eso”, e incluso deciden poner fin a su vida.
Teniendo en cuenta estos y otros muchos ejemplos de la vida cotidiana, ¿cuáles serían los costos de la frivolidad como sentido de nuestra vida? El conformismo, la renuncia al desarrollo pleno de las potencialidades humanas, a valores tan sagrados como el amor, la lealtad, la solidaridad, el sentido de la familia, la responsabilidad paterna y materna, la incapacidad para afrontar la vida y establecer relaciones sociales, los desajustes psicológicos y el suicidio como salida irracional, pero simplista para poner fin al sufrimiento y la frustración.
Sabemos que la frivolidad es inherente a la vida humana, en pequeñas dosis, como la sal, tonifica nuestra existencia, pero equivocar el camino asumiendo la frivolidad como sentido de nuestra vida es deteriorar su calidad y pretender distorsionar su naturaleza y fin.
Para modificar esta realidad, ya de por sí enajenante y perjudicial, se requiere de un proceso de concientización social, de un nuevo tipo de educación, de cambios en los patrones culturales y, sobre todo, de transformaciones en las intenciones políticas con objeto social.



El hombre frívolo.

G. K. Chesterton.
Por una de esas extrañas asociaciones que nadie consigue entender nunca, un gran número de personas ha llegado a creer que la frivolidad tiene algo que ver con el placer. Realmente, nadie puede divertirse verdaderamente si no es serio.
Hasta aquellos que por lo común consideramos pertenecientes a la clase social que podríamos llamar «mariposa», verdaderamente sienten más placer en los momentos de crisis que en potencia son trágicos. Para poder disfrutar de la broma más sutil y halada, el hombre debe estar arraigado a cierto sentido básico del bien de las cosas; y el bien de las cosas significa, por supuesto, la seriedad de las cosas. Para disfrutar aunque sea de un pas de quatre en un baile de abono, un hombre debe sentir en ese momento que las estrellas bailan con la misma melodía.
En las antiguas religiones, la gente creía en verdad que las estrellan bailaban con la melodía de sus templos; y que bailaron como nadie lo ha hecho desde entonces. Pero el placer completo, el placer sin vacilaciones, sin contratiempos, sin arriere pensée, sólo lo disfruta el hombre serio. El vino, dicen la Escrituras, alegra el corazón del hombre, pero sólo del hombre que tiene corazón. Y también eso que llamamos buen ánimo es posible sólo en las personas animosas.
Todos conocemos al hombre verdaderamente frívolo, al hombre frívolo que actúa en sociedad, y todos los que lo conocemos sabemos que, si tiene una característica más saliente que otra, es su pesimismo. La idea del hombre a la moda, alegre, atolondrado, intoxicado con deleite pagano, es una ficción debida enteramente a la inventiva de la gente religiosa que jamás encontró a un hombre así. El hombre del placer es una de las fábulas piadosas. Los puritanos le han dado demasiado crédito al poder que tiene el mundo para satisfacer el alma; al admitir que el pecador es alegre y atolondrado, han dejado de lado la parte más sólida de su tesis; realmente, el puritanismo, por lo común, cae en el error de acusar al hombre frívolo de todos los vicios que no le corresponden. Dicen, por ejemplo (y es su frase favorita) que el hombre frívolo es «descuidado». En rigor de verdad, el hombre frívolo es muy cuidadoso. No solamente dedica horas enteras a la tarea de vestirse, y a otros asuntos igualmente técnicos, sino que también pasa una gran parte de su vida criticando y discutiendo asuntos igualmente técnicos. A cualquier hora del día, podemos sorprenderlo comentando si un hombre lleva la chaqueta adecuada o si otro hombre no tiene el tipo de vajilla debido; y respecto a estos asuntos, es mucho más solemne que un papa o un concilio general. Podemos describir su actitud como más bien triste que solemne, más bien desesperanzada que severa.
Podemos definir, aproximadamente, la religión como el poder que nos hace alegrar ante las cosas que importan. Con el mismo criterio, podríamos definir la frivolidad elegante como el poder que nos hace entristecer ante las cosas que no importan.
La frivolidad no tiene nada que ver con la felicidad. Actúa en la superficie de las cosas, y la superficie es casi siempre áspera y desigual. La persona frívola es aquella incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de nada. En la práctica, no aprecia ni siquiera el peso y el valor de las cosas que, por lo común, son tenidas como frívolas. No disfruta de un cigarro como el chicuelo de la calle disfruta de su cigarrillo; no disfruta de su ballet como el pequeño disfruta de Punch and Judy.
Pero, para hacer justicia con él, debemos admitir que no es el único frívolo; otras clases de hombres comparten con él el reproche. Así, por ejemplo, los obispos son generalmente frívolos; los hombres de Estado son generalmente frívolos; los pacifistas por motivos de conciencia son generalmente frívolos. Los filósofos y los poetas son, a menudo, frívolos; los políticos son siempre frívolos. Pues si la frivolidad es esa carencia de habilidad para comprender la plenitud y el valor de las cosas, debe de tener muchas formas además de esa que consiste en la mera veleidad y la búsqueda del placer. Muchísima gente tiene la idea fija de que la irreverencia, por ejemplo, consiste, fundamentalmente, en hacer bromas. Pero es muy posible ser irreverente con una dicción carente de la más leve falta de decoro y con el alma impoluta del más mínimo asomo de humor. La definición espléndida e inmortal de la verdadera irreverencia la encontramos en aquel mandamiento mal entendido y desatendido que declara que el Señor no considerará libre de culpa a quien toma su Nombre en vano. Se supone, vagamente; que esto tiene algo que ver con las bufonadas y la jocosidad y los juegos de palabras. Decir algo con un toque de sátira o de crítica individual no es decirlo en vano. Decir algo fantasiosamente como si fuera algún fragmento de las escrituras del País de las Hadas no es decirlo en vano. Pero decir algo con gravedad pomposa y sin sentido; decir algo de modo que sea al mismo tiempo vago y fanático; decir algo de manera que sea confuso al mismo tiempo que literal; decir algo de manera que finalmente el oyente más decoroso no sabrá por qué diablos fue dicho o por qué él lo ha escuchado; esto es, en el verdadero sentido serio de aquellas antiguas palabras mosaicas, tomarlo en vano. Los predicadores toman el Nombre en vano muchas más veces que los seglares. El blasfemo es, de hecho, fundamentalmente natural y prosaico, pues habla de un modo trivial de cosas que cree que son triviales. Pero el predicador común y el orador religioso hablan de modo trivial de cosas que ellos creen que son divinas.
Ésa es la violación de uno de los mandamientos; es el pecado contra el Nombre. Si quieren, tomen el Nombre desatinadamente, tómenlo en broma, brutalmente o con enojo, puerilmente, erróneamente; pero no lo tomen en vano. Usen una santidad para un propósito extraño y justifiquen ese uso; usen una santidad para algún propósito dudoso o experimental y juéguense por su éxito; usen una santidad para algún propósito bajo y odioso y sufran las consecuencias. Pero no usen una santidad sin propósito alguno; no hablen de Cristo cuando lo mismo podrían hablar del señor Perks; no usen el patriotismo y el honor y la Comunión de los Santos como relleno de un discurso vacilante. Éste es el pecado de frivolidad, y es lo que caracteriza principalmente a la mayoría de la clase religiosa convencional.
Así, volvemos a la conclusión de que la verdadera seriedad es mal recibida lo mismo entre los religiosos que entre los no religiosos, lo mismo en el mundo carnal que en el espiritual.








Sobre Susan Sontag:
Fotografías y fotografiar

Las fotografías, un modo de certificar la experiencia, también son un modo de rechazarla: al limitar la experiencia a una búsqueda de lo fotogénico, al convertir la experiencia en una imagen, un suvenir.

El viaje se transforma en una estrategia para acumular fotografías. La actividad misma de fotografiar es tranquilizadora, y atempera esa desazón general que se suele agudizar en los viajes.

La mayoría de los turistas se sienten constreñidos a poner la cámara entre ellos y cualquier cosa notable que encuentren. Al no saber cómo reaccionar, fotografían. Así la experiencia cobra forma: ¡alto!, una fotografía, ¡adelante!.

El método seduce especialmente a gentes sometidas a una ética laboral implacable: alemanes, japoneses y norteamericanos. La utilización de una cámara aplaca la ansiedad que sufren los obsesionados por el trabajo por no trabajar cuando están en vacaciones y presuntamente divirtiéndose. Cuentan con una tarea que parece amigable imitación del trabajo: tomar fotografías.

Los pueblos despojados de su pasado parecen los entusiastas más fervientes de la fotografía, en su país y en el exterior.
Susan Sontag.

Sobre las imágenes

Una sociedad capitalista requiere una cultura basada en imágenes.
Necesita suministrar muchísimo entretenimiento con el objeto de estimular la compra y anestesiar las lesiones de clase, raza y sexo. Y necesita reunir cantidades ilimitadas de información para poder explotar mejor los recursos naturales, incrementar la productividad, mantener el orden, hacer la guerra, dar trabajo a los burócratas.
Las capacidades gemelas de la cámara, para subjetivizar la realidad y para objetivarla, sirven inmejorablemente a estas necesidades y las refuerzan. Las cámaras definen la realidad de las dos maneras esenciales para el funcionamiento de una sociedad industrial avanzada: como espectáculo (para las masas) y como objeto de vigilancia (para los gobernantes).
La producción de imágenes también suministra una ideología dominante. El cambio social es reemplazado por cambios en las imágenes. La libertad para consumir una pluralidad de imágenes y mercancías se equipara con la libertad misma. La reducción de la opción política libre al consumo económico económico libre requiere la producción y el consumo ilimitado de imágenes.

La fotografía: breve suma

Durante toda su vida, Susan Sontag ha tenido una fructífera obsesión con la fotografía. Hace poco optó por sacar unas cuantas conclusiones sobre el tema. Helas aquí.

Por Susan Sontag Traducción de Aurelio Major:
1. La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma.
2. Es la manera ineludiblemente "moderna" de mirar: predispuesta en favor de los proyectos de descubrimiento e innovación.
3. Esta manera de mirar, que tiene ya una dilatada historia, conforma lo que buscamos y estamos habituados a notar en las fotografías.
4. La manera de mirar moderna es ver fragmentos. Se tiene la impresión de que la realidad es en esencia ilimitada y el conocimiento no tiene fin. De ello se sigue que todos los límites, todas las ideas unificadoras han de ser engañosas, demagógicas; en el mejor de los casos, provisionales; casi siempre, y a la larga, falsas. Mirar la realidad a la luz de determinadas ideas unificadoras tiene la ventaja innegable de dar contorno y forma a nuestras vivencias. Pero también -así nos instruye la manera de mirar moderna- niega la diversidad y la complejidad infinitas de lo real. Por lo tanto reprime nuestra energía, nuestro derecho, en efecto, a refundar lo que deseamos refundar: nuestra sociedad o nosotros mismos. Lo que libera, se nos dice, es notar cada vez más cosas.
5. En una sociedad moderna las imágenes realizadas por las cámaras son la entrada principal a realidades de las que no tenemos vivencia directa. Y se espera que recibamos y registremos una cantidad ilimitada de imágenes acerca de lo que no vivimos directamente. La cámara define lo que permitimos que sea "real"; y sin cesar ensancha los límites de lo real. Se admira a los fotógrafos sobre todo si revelan verdades ocultas de sí mismos o conflictos sociales no cubiertos del todo en sociedades próximas y distantes de donde vive el espectador.
6. En la manera de conocer moderna, debe haber imágenes para que algo se convierta en "real". Las fotografías identifican acontecimientos. Las fotografías les confieren importancia a los acontecimientos y los vuelven memorables. Para que una guerra, una atrocidad, una epidemia o un denominado desastre natural sean tema de interés más amplio, han de llegar a la gente por medio de los diversos sistemas (de la televisión e internet a los periódicos y revistas) que difunden las imágenes fotográficas entre millones de personas.
7. En la manera de mirar moderna, la realidad es sobre todo apariencia, la cual resulta siempre cambiante. Una fotografía registra lo aparente. El registro de la fotografía es el registro del cambio, de la destrucción del pasado. Puesto que somos modernos (y si tenemos la costumbre de ver fotografías somos, por definición, modernos), sabemos que las identidades son construcciones. La única realidad irrefutable -y nuestro mejor indicio de identidad- es cómo aparece la gente.
8. Una fotografía es un fragmento: un vislumbre. Acopiamos vislumbres, fragmentos. Todos almacenamos mentalmente cientos de imágenes fotográficas, dispuestas para la recuperación instantánea. Todas las fotografías aspiran a la condición de ser memorables; es decir, inolvidables.
9. Según la perspectiva que nos define como modernos, hay un número infinito de detalles. Las fotografías son detalles. Por lo tanto, las fotografías se parecen a la vida. Ser moderno es vivir hechizado por la salvaje autonomía del detalle.
10. Conocer es, sobre todo, reconocer. El reconocimiento es la modalidad del conocimiento que ahora se identifica con el arte. Las fotografías de las crueldades e injusticias terribles que afligen a la mayoría de las personas en el mundo parecen decirnos -a nosotros, que somos privilegiados y estamos más o menos a salvo- que deberíamos sublevarnos, que deberíamos desear que algo se hiciera para evitar esos horrores. Hay, además, otras fotografías que parecen reclamar un tipo de atención distinto. Para este conjunto de obras en curso, la fotografía no es una suerte de agitación social o moral, cuya meta sea incitar a que sintamos algo y actuemos, sino una empresa de notación. Observamos, tomamos nota, reconocemos. Ésta es una manera más fría de mirar. La manera de mirar es lo que identificamos como arte.
11. La obra de los mejores fotógrafos comprometidos socialmente es a menudo condenada si se parece demasiado al arte. Y a la fotografía tenida por arte se le puede condenar de modo paralelo: marchita la emoción que nos llevaría a preocuparnos. Nos muestra acontecimientos y circunstancias que acaso deploremos y nos pide que mantengamos distancia. Nos puede mostrar algo en verdad horripilante y ser una prueba de lo que es capaz de tolerar nuestra mirada y que se supone que debemos aceptar. O a menudo simplemente nos invita -y esto es cierto en casi toda la fotografía contemporánea más brillante- a fijar la vista en la banalidad. Fijar la vista en la banalidad y también paladearla, recurriendo precisamente a los mismos hábitos de la ironía que se afirman mediante la surrealista yuxtaposición de consabidas fotografías en las exposiciones y libros más refinados.
12. La fotografía -insuperable modalidad del viaje, del turismo- es el principal medio moderno de ampliación del mundo. En cuanto rama del arte, la empresa fotográfica que hace más amplio el mundo tiende a especializarse en temas al parecer provocadores, transgresores. La fotografía puede estar diciéndonos: esto también existe. Y eso. Y aquello. (Y todo es "humano".) Pero ¿qué hemos de hacer con este conocimiento, si acaso es un conocimiento, digamos, del ser, de la anormalidad, de mundos marginados, clandestinos?
13. Llámese conocimiento, llámese reconocimiento; de algo podemos estar seguros acerca de esta modalidad, singularmente moderna, de toda vivencia: la mirada, y el acopio de los fragmentos de la mirada, nunca pueden completarse.









La fotografía y la guerra.

Durante mucho tiempo -al menos seis decenios-, las fotografías han sentado las bases sobre las que se juzgan y recuerdan los conflictos importantes. El museo de la memoria es ya sobre todo visual. Las fotografías ejercen un poder incomparable en determinar lo que recordamos de los acontecimientos, y ahora parece probable que en definitiva la gente por doquier asociará la vil guerra preventiva que Estados Unidos ha librado en Irak el año pasado con las fotografías de la tortura de los prisioneros iraquíes en la más infame cárcel de Sadam Husein, Abu Ghraib.
El Gobierno de Bush y sus defensores se han empeñado sobre todo en contener un desastre de relaciones públicas -la difusión de las fotografías- más que en enfrentar los complejos crímenes políticos y de mando que revelan estas imágenes. En primer lugar, el reemplazo de la realidad con las propias fotografías. La reacción inicial del Gobierno consistió en afirmar que el presidente estaba indignado y asqueado con las imágenes: como si la falta o el horror recayera en ellas, no en lo que exponen. También se evitó la palabra "tortura". Es posible que los prisioneros hayan sido objeto de "maltrato", en última instancia de "humillaciones": eso era lo más que se estaba dispuesto a reconocer. "Mi impresión es que las acusaciones hasta ahora han sido de 'maltrato', lo cual me parece que es distinto en sentido técnico a tortura", afirmó en una conferencia de prensa el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld. "Y, por tanto, no pronunciaré la palabra 'tortura".

La definición de tortura
Las palabras alteran, las palabras añaden, las palabras quitan. Que se evitara tenazmente la palabra "genocidio" mientras más de 800.000 tutsis de Ruanda eran masacrados en unas cuantas semanas por sus vecinos hutus hace diez años, demostró que el Gobierno estadounidense no tenía intención alguna de hacer algo al respecto. Negarse a llamar tortura lo que sucedió en Abu Ghraib -y en otras cárceles de Irak y Afganistán, y en el Campamento Rayos X de la bahía de Guantánamo- es tan indignante como negarse a llamar genocidio lo sucedido en Ruanda. Ésta es la definición usual de tortura que consta en las leyes y tratados internacionales de los que Estados Unidos es signatario: "Todo acto por el cual se inflijan intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión". (La definición proviene de la Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984, y está presente más o menos con las mismas palabras en leyes consuetudinarias y tratados previos, desde el artículo tercero común a las cuatro convenciones de Ginebra de 1949 hasta numerosos convenios recientes sobre derechos humanos, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y las convenciones europeas, africanas e interamericanas de derechos humanos). En la convención de 1984 se declara expresamente que "en ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales, tales como estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o cualquier otra emergencia pública, como justificación de la tortura". Y todos los convenios sobre tortura especifican que ésta incluye los tratos que pretenden humillar a las víctimas, como abandonar a los prisioneros desnudos en celdas y corredores.
Cualesquiera que sean las acciones que emprenda este Gobierno para contener los daños a causa de las crecientes revelaciones de torturas a prisioneros en Abu Ghraib y otros lugares -procesos, juicios militares, inhabilitaciones deshonrosas, renuncia de altos cargos militares y de los funcionarios del Gabinete responsables, e importantes compensaciones a las víctimas-, es probable que la palabra "tortura" siga estando vedada. El reconocimiento de que los estadounidenses torturan a sus prisioneros refutaría todo lo que este Gobierno ha procurado que la gente crea sobre las virtuosas intenciones estadounidenses y la universalidad de sus valores, lo cual es la esencial justificación triunfalista del derecho estadounidense a emprender acciones unilaterales en el escenario mundial en defensa de sus intereses y seguridad.
Incluso cuando el presidente fue al fin obligado, mientras el perjuicio a la reputación del país se extendía y ahondaba en todo el mundo, a enunciar la palabra "perdón", el foco del arrepentimiento aún parecía la lesión a la pretendida superioridad moral estadounidense, a su objetivo hegemónico de traer "la libertad y la democracia" al ignaro Oriente Próximo. Sí, el señor Bush afirmó, de pie junto al rey Abdulah II de Jordania el 6 de mayo en Washington, que lamentaba "la humillación que han sufrido los prisioneros iraquíes y la humillación que han sufrido sus familias". Aunque, continuó, "lamento igualmente que la gente no comprendiera, al ver estas imágenes, el auténtico carácter y corazón de Estados Unidos".
Que el empeño estadounidense en Irak quede compendiado en estas imágenes debe de parecer, entre los que hallaron alguna justificación para una guerra que en efecto derrocó a uno de los tiranos monstruosos del siglo XX, injusto. Una guerra, una ocupación, es inevitablemente un enorme entramado de acciones. ¿Qué hace que algunas sean y otras no sean representativas? La cuestión no es si la tortura fue obra de unos cuantos individuos (en lugar de "todos") -todas las acciones las realizan individuos-, sino si fue sistemática. Autorizada. Condonada. Fue todo lo antedicho. El punto no es si la mayoría o una minoría de estadounidenses ejecutan tales acciones, sino si la naturaleza de las políticas que propugna este Gobierno y la jerarquía desplegada a fin de consumarlas hace que estas acciones resulten más probables.
Así consideradas, las fotografías somos nosotros. Es decir, son representativas de las singulares políticas de este Gobierno y de las corrupciones fundamentales del dominio colonial. Los belgas en el Congo, los franceses en Argelia, cometieron atrocidades idénticas y sometieron a los despreciados y renuentes nativos con torturas y humillaciones sexuales. Añádase a esta corrupción generalizada la desconcertante y casi absoluta falta de preparación de los dirigentes estadounidenses en Irak para hacer frente a las realidades complejas de un país tras su "liberación", es decir, su conquista. Y añádanse las doctrinas globales del Gobierno de Bush, a saber, que Estados Unidos se ha enfrascado en una guerra sin fin (contra un enemigo proteico llamado "terrorismo") y que aquellos detenidos en esta guerra son, si el presidente lo decide así, "combatientes ilegales" -una política que enunció Donald Rumsfeld desde enero de 2002- y, por tanto, en "sentido técnico", como afirmó Rumsfeld, "no tienen derechos" que ampare la Convención de Ginebra, y se tiene la receta perfecta para las crueldades y los crímenes cometidos contra miles de prisioneros sin cargos ni asesoría legal en cárceles gestionadas por estadounidenses y establecidas desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Así pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías, sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la II Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes, como puede apreciarse en un libro de reciente publicación, Photographing the Holocaust (Fotografiar el Holocausto), de Janina Struk. Si existe algo comparable a lo expuesto en estas imágenes, serían algunas de las fotografías de las víctimas negras de linchamientos efectuadas entre el decenio de 1880 y los años treinta, que muestran la sonrisa de estadounidenses pueblerinos bajo el cuerpo desnudo y mutilado de un hombre o una mujer colgado de un árbol. Las fotografías de linchamientos eran recuerdos de una acción colectiva cuyos participantes sintieron su conducta del todo justificada. Así son las fotografías de Abu Ghraib.
Si hubiera alguna diferencia, sería la creada por la creciente ubicuidad de las acciones fotográficas. Las imágenes de los linchamientos correspondían a su carácter de trofeo: efectuadas por un fotógrafo cuyo fin era reunirlas y almacenarlas en álbumes, convertirlas en tarjetas postales, exhibirlas. Las fotografías que hicieron los soldados estadounidenses en Abu Ghraib reflejan un cambio en el uso que se hace de las imágenes: menos objeto de conservación que mensajes que han de circular, difundirse. La mayoría de los soldados poseen una cámara digital. Si antaño fotografiar la guerra era terreno de los periodistas gráficos, en la actualidad los soldados mismos son todos fotógrafos -registran su guerra, su esparcimiento, sus observaciones sobre lo que les parece pintoresco, sus atrocidades-, se intercambian imágenes y las envían por correo electrónico a todo el mundo.
Cada vez hay más registros de lo que la gente hace, por su cuenta. Al menos, o sobre todo en Estados Unidos, el ideal de Andy Warhol de rodar hechos reales en tiempo real -si la vida no está montada, ¿por qué debería montarse su registro?- se ha vuelto la norma de millones de transmisiones por Internet, en las que la gente graba su jornada, cada cual en su propio reality show. Aquí me tenéis: despertando, bostezando, desperezándome, cepillándome los dientes, preparando el desayuno, enviando a los chicos al colegio. La gente plasma todos los aspectos de su vida, los almacena en archivos de ordenador, y luego los envía por doquier. La vida familiar acompaña al registro de la vida familiar; incluso cuando, o sobre todo cuando, la familia está en medio de la crisis y el descrédito. Sin duda, la incesante entrega a la videograbación doméstica mutua, en conversación o en monólogo, durante muchos años, fue el material más asombroso de Capturing the Friedmans (2003), el documental de Andrew Jarecki sobre una familia de Long Island implicada en acusaciones de pederastia.
La vida erótica es, para cada vez más personas, lo que se puede capturar en las fotografías o el vídeo digital. Y acaso la tortura resulta más atractiva, a fin de registrarla, cuando tiene un cariz sexual. Sin duda es revelador, a medida que más fotografías de Abu Ghraib se presentan a la luz pública, que las fotografías de las torturas se intercalan con imágenes pornográficas: de soldados estadounidenses manteniendo relaciones sexuales entre ellos, así como con prisioneros iraquíes, y de la coerción ejercida sobre estos presos para que ejecuten, o simulen, actos sexuales recíprocos. De hecho, el tema de casi todas las fotografías de torturas es sexual. (Salvo la imagen, ya canónica, del individuo obligado a permanecer de pie sobre una caja, encapuchado y al que le brotan cables, quizá advertido de que si cae será electrocutado). Con todo, las imágenes de prisioneros atados muchas horas en posiciones dolorosas, o forzados a permanecer de pie otras tantas, con los brazos en alto, son más o menos infrecuentes. No hay duda de que se consideran como tortura: basta ver el terror en el rostro de la víctima. Pero casi todas las imágenes parecen formar parte de una más amplia confluencia de la tortura con la pornografía: una joven que guía a un hombre desnudo con una correa es clásica imaginería dominatriz. Y cabe preguntarse en qué medida las torturas sexuales infligidas a los internos de Abu Ghraib hallaron su inspiración en el vasto repertorio de imaginería pornográfica disponible en Internet y que pretenden emular las personas comunes que en la actualidad se transmiten a sí mismas por la Red.
Vivir es ser fotografiado, poseer el registro de la propia vida, y, por tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.
Sonrisa digital
Al mirar estas imágenes, cabe preguntarse: ¿cómo puede alguien sonreír ante los sufrimientos y la humillación de otro ser humano? ¿Situar perros guardianes frente a los genitales y las piernas de prisioneros desnudos encogidos de miedo? ¿Violar y sodomizar a los prisioneros? ¿Forzar a prisioneros con capucha y grilletes a masturbarse o a cometer actos sexuales entre ellos? Y da la impresión de que es una pregunta ingenua, pues la respuesta es, evidentemente: las personas hacen esto a otras personas. La violación y el dolor infligido a los genitales están entre las formas de tortura más comunes. No sólo en los campos de concentración nazis y en Abu Ghraib cuando lo gestionaba Sadam Husein. Los estadounidenses también lo han hecho y lo siguen haciendo, cuando se les dice o se les incita a sentir que aquellos sobre los cuales ejercen un poder absoluto merecen el maltrato, la humillación, el tormento. Cuando se les lleva a creer que la gente a la que torturan pertenece a una religión o raza inferior y despreciable. Pues la significación de estas imágenes no consiste sólo en que se ejecutaron estos actos, sino en que, además, sus perpetradores no supusieron nada condenable en lo que muestran las imágenes. Y lo más detestable, pues se pretendía que las fotos circularan y mucha gente las viera, es que todo eso había sido divertido. Y esta noción de esparcimiento es, por desgracia -y contrariamente a lo que el señor Bush le cuenta al mundo-, cada vez más parte "de la verdadera naturaleza y el corazón de Estados Unidos".
Es difícil evaluar la creciente aceptación de la brutalidad en la vida estadounidense, pero las pruebas están por doquier, desde los videojuegos de asesinatos que son el espectáculo principal de los chicos -¿cuánto tardará en llegar el videojuego Interroga a los terroristas?- hasta la violencia ya endémica en los ritos grupales de la juventud en un acceso de euforia. Los crímenes violentos están a la baja, si bien ha aumentado el fácil regodeo en la violencia. Desde los rudos vejámenes infligidos a los alumnos recién llegados en numerosos bachilleratos de las urbanizaciones estadounidenses -retratados en la película de Richard Linklater Dazed and confused (Jóvenes desorientados) (1993)- hasta las novatadas rituales con brutalidades físicas y humillaciones sexuales institucionalizadas en las escuelas, universidades y equipos deportivos, Estados Unidos se ha convertido en un país en el que las fantasías y la ejecución de la violencia se tienen por un buen espectáculo, por diversión.
Lo que antaño se apartaba como pornográfico, como ejercicio de extremos anhelos sadomasoquistas -como en la última y casi insoportable película de Pasolini, Saló (1975), que exhibe orgías de suplicios en un reducto fascista del norte italiano en las postrimerías de la época de Mussolini-, en la actualidad se normaliza, por los apóstoles de los nuevos Estados Unidos belicosos e imperiales, como una animada travesura y desahogo. "Apilar hombres desnudos" es como una travesura de fraternidad universitaria, afirmó un oyente a Rush Limbaugh y a veinte millones de estadounidenses que escuchan su programa radiofónico. Cabe preguntar si el que llamó había visto las fotografías. No importa. La observación, ¿o acaso la fantasía?, es muy acertada. Lo que tal vez aún pueda escandalizar a algunos estadounidenses fue la respuesta de Limbaugh: "¡Exacto!", exclamó. "Justo lo que digo. No es muy distinto de lo que ocurre en una iniciación de Skull and Bones. Vamos a arruinar la vida de unas personas por eso y a entorpecer nuestros esfuerzos militares y luego vamos a cascarlos a ellos en serio porque se lo pasaron bomba". "Ellos" son los soldados estadounidenses, los torturadores. Y Limbaugh continuó: "Vamos, a esta gente le están disparando todos los días. Estoy hablando de estas personas, de gente que lo está pasando bien. ¿Es que nadie recuerda lo que es una descarga emocional?".
Humillación como diversión
Es probable que buena parte de los estadounidenses prefiera pensar que está bien torturar y humillar a otros seres humanos -los cuales, en calidad de enemigos putativos o presuntos, han perdido todos sus derechos- que reconocer el disparate, la ineptitud y el timo de la aventura estadounidense en Irak. En cuanto a la tortura y la humillación como diversión, parece que hay poco que oponer a esta tendencia mientras Estados Unidos se convierte en un Estado de guarniciones, en el que los patriotas se definen como respetuosos incondicionales del poderío militar y en el que se necesita el máximo de vigilancia en el interior. Conmoción y pavor fue lo que nuestros militares prometieron a los iraquíes que se resistieran a los libertadores estadounidenses. Y conmoción y horror es lo que han transmitido los estadounidenses según pregonan al mundo estas fotografías: una pauta de conducta criminal que desafía y desprecia manifiestamente las convenciones humanitarias internacionales. Hoy día, los soldados posan, con pulgares aprobatorios, ante las atrocidades que cometen, y envían fotografías a sus compañeros y familiares. ¿Debería sorprendernos siquiera? La nuestra es una sociedad en la cual antaño habríamos hecho lo imposible por ocultar los secretos de la vida privada, pero en la actualidad clamamos por una invitación para revelarlos en un programa de televisión. Lo que estas fotografías ilustran es tanto la cultura de la desvergüenza como la reinante admiración a la brutalidad contumaz.
La noción de que las "disculpas" o las profesiones de "repugnancia" o "aborrecimiento" por parte del presidente y el ministro de Defensa son respuesta suficiente a la tortura sistemática de los prisioneros revelada en Abu Ghraib es un ultraje a nuestro sentido moral e histórico. La tortura de prisioneros no es una aberración. Es la consecuencia directa de una ideología global de lucha en la que "estás conmigo o en mi contra" y con la que el Gobierno de Bush ha procurado cambiar, de modo radical, la postura internacional de Estados Unidos y refundir muchas instituciones y prerrogativas nacionales. El Gobierno de Bush ha empeñado al país en una doctrina bélica seudorreligiosa, de guerra sin fin; pues la "guerra contra el terror" no es más que eso. Lo que ha sucedido en el nuevo imperio carcelario internacional que gestiona el ejército estadounidense excede incluso los escandalosos procedimientos de la isla del Diablo francesa o el sistema del Gulag de la Rusia soviética, ya que en el caso de la colonia penal francesa hubo, primero, juicios y sentencias, y en el del imperio penitenciario ruso, cargos de algún tipo y una sentencia que duraba años explícitos. La guerra sin fin se emplea para justificar encarcelamientos sin fin: sin cargos, sin revelar el nombre de los prisioneros o sin facilidades para que se comuniquen con sus familias o abogados, sin juicios, sin sentencias. Los detenidos en el alegal imperio penitenciario estadounidense son "detenidos"; "prisioneros", una palabra recientemente obsoleta, podría suponer que tienen derechos conferidos por las leyes internacionales y la ley de todos los países civilizados. Esta "Guerra Global Contra el Terror" -en la cual se han mezclado por decreto del Pentágono tanto la justificable invasión de Afganistán como el irreducible disparate en Irak- acarrea inevitablemente la deshumanización de todo aquel que el Gobierno de Bush declara posible terrorista: una definición indiscutible y que casi siempre se adopta en secreto.
Puesto que las imputaciones contra la mayoría de las personas detenidas en las prisiones iraquíes y afganas son inexistentes -el Comité Internacional de la Cruz Roja informa de que entre el 70% y el 90% de los recluidos no parece haber cometido otro delito más que el de encontrarse en el sitio y el momento inoportunos, capturados en alguna redada de "sospechosos"-, la justificación principal para retenerlos es el "interrogatorio". ¿Interrogarlos sobre qué? Sobre cualquier cosa. Lo que el detenido pueda llegar a saber. Si el interrogatorio es el motivo por el cual se detiene a los prisioneros indefinidamente, entonces la coerción física, la humillación y la tortura resultan inevitables.
Acopio de información
Recuérdese: no nos referimos a una situación extraordinaria, al escenario de una "bomba de efecto retardado", lo cual a veces se aduce como caso límite para justificar la tortura de prisioneros que están al tanto de un atentado inminente. Se trata del acopio de información no específica o general autorizado por militares estadounidenses y funcionarios civiles a fin de saber más del indefinido imperio de malhechores sobre el que Estados Unidos casi nada sabe, en países acerca de los cuales es especialmente ignorante: en principio, toda "información" cualquiera podría ser útil. Un interrogatorio que no produjera información (no importa en qué consista) se consideraría un fracaso. Por ello se justifica aún más la preparación de los prisioneros para que hablen. Ablandarlos, presionarlos: éstos suelen ser los eufemismos de las costumbres bestiales que han cundido en las cárceles estadounidenses donde están recluidos los "sospechosos de terrorismo". Al parecer, infortunadamente, poco más que unos cuantos fueron "presionados" demasiado y murieron.
Las imágenes no desaparecerán. Es la naturaleza del mundo digital en que vivimos. En efecto, parecen haber sido necesarias para que los dirigentes estadounidenses reconocieran que tenían un problema entre las manos. Con todo, el informe remitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja y otros informes periodísticos y protestas de organizaciones humanitarias sobre los castigos atroces infligidos a los "detenidos" y "sospechosos de terrorismo" en las prisiones gestionadas por soldados estadounidenses han estado circulando durante más de un año. Es improbable que el señor Bush o el señor Cheney, la señora Rice o el señor Rumsfeld hayan leído esos informes. Al parecer, las fotografías fueron lo que reclamó su atención, cuando resultaba ya patente que no podían suprimirse; las fotografías hicieron todo esto "realidad" para el presidente y sus cómplices. Hasta entonces sólo hubo palabras, que resulta más fácil encubrir, y más fácil olvidar, en la era de nuestra reproducción y diseminación digital infinitas.
Así pues, las fotografías seguirán "asaltándonos", como están siendo inducidos a sentir muchos estadounidenses. ¿Se acostumbrará la gente a ellas? Algunos afirman que ya han visto "suficiente". No, sin embargo, el resto del mundo. La guerra sin fin: un torrente sin fin de fotografías. ¿Los editores de periódicos, revistas y televisiones estadounidenses discutirán ahora que mostrar otras más, o mostrarlas sin recortar (lo cual, con algunas de las imágenes más conocidas, procura una visión diferente y en algunos casos más horrorosa de las atrocidades cometidas en Abu Ghraib), sería de "mal gusto" o una acción política manifiesta? Por "político" entiéndase: crítico de la guerra sin fin del Gobierno de Bush. Pues no puede haber duda de que las fotografías perjudican, como ha testificado el señor Rumsfeld, la reputación de "los hombres y mujeres honorables de las Fuerzas Armadas que con valentía, responsabilidad y profesionalismo están protegiendo nuestras libertades en todo el mundo". Este perjuicio -a nuestra reputación, nuestra imagen, nuestro éxito en cuanto potencia imperial- es lo que deplora sobre todo el Gobierno de Bush. Cómo es que la protección de "nuestras libertades" -y en este punto se trata sólo de la libertad de los estadounidenses, 5% de la población del planeta- precisa del despliegue de soldados estadounidenses en cualquier país que le plazca ("en todo el mundo") es algo que difícilmente se debate entre nuestros funcionarios elegidos. Estados Unidos se ve a sí mismo como víctima potencial o futura del terror. Estados Unidos sólo está defendiéndose de enemigos implacables y furtivos.
La reacción ya se ha hecho sentir. Se aconseja a los estadounidenses no dejarse llevar por una orgía de reproches. La publicación continuada de las imágenes está siendo interpretada por muchos estadounidenses como una indicación de que no tenemos derecho a defendernos. Al fin y al cabo, ellos (los terroristas, los fanáticos) comenzaron. Ellos -¿Osama Bin Laden? ¿Sadam Husein? ¿Qué importa?- nos atacaron primero. James Inhofe, republicano de Oklahoma y miembro del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, ante el cual testificó el ministro de Defensa, confesó su certidumbre de no ser el único miembro "más indignado por la indignación" que causó lo que exponen las fotografías. "Se sabe que estos prisioneros, explicó el senador Inhofe, "no están ahí por sanciones de tráfico. Si estos prisioneros están en el bloque 1-A o 1-B es porque son asesinos, son terroristas, son insurgentes. Es probable que muchos tengan las manos manchadas de sangre estadounidense y aquí estamos preocupados sobre el trato que se les da a estos individuos". La culpa es de "los medios" -llamados habitualmente "medios liberales"-, que provocan, y seguirán provocando, más violencia contra los estadounidenses en el mundo. "Ellos" se vengarán de "nosotros". Morirán más estadounidenses. Por estas fotografías. Y las fotos engendrarán más fotos: "su" respuesta a las "nuestras".
Sería un error manifiesto permitir que estas revelaciones sobre la connivencia militar y civil estadounidense para torturar en la "guerra mundial contra el terrorismo" se conviertan en la historia de la guerra de -y contra- las imágenes. No es a causa de las fotografías, sino a causa de lo que revelan que está sucediendo, sucediendo por orden y complicidad de una cadena de mando que alcanza los más altos niveles del Gobierno de Bush. Pero la distinción -entre fotografía y realidad, entre política y manipulación- se puede desvanecer con facilidad. Eso es lo que espera este Gobierno que ocurra.
También vídeos
"Hay muchas más fotografías y vídeos -reconoció el señor Rumsfeld en su testimonio-. Si se difunden entre el público, este asunto, evidentemente, empeorará". Empeorará para el Gobierno y sus programas, presumiblemente, no para quienes son víctimas potenciales y actuales de la tortura. Los medios podrían censurarse a sí mismos, como acostumbran. Pero, según reconoció el señor Rumsfeld, es difícil censurar a los soldados en ultramar que no escriben, como antaño, cartas a casa que los censores militares pueden abrir para tachar los fragmentos inaceptables, sino que se desempeñan como turistas; en palabras del señor Rumsfeld: "Nos sorprende que vayan por ahí con cámaras digitales tomando fotografías increíbles, y luego las pasen, al margen de la ley, a los medios". Los esfuerzos del Gobierno por detener la marea de fotografías se desarrollan en varios frentes. En la actualidad, el argumento está adoptando un cariz legalista: las fotografías se clasifican ahora como "pruebas" en causas futuras, cuyo resultado podría verse afectado si son dadas a conocer al público. Siempre se sostendrá que las imágenes más recientes, que, según se informa, contienen horrendas imágenes de violencia ejercida contra los prisioneros y humillaciones sexuales, no han de difundirse. El presidente del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, el republicano John Warner, de Virginia, después de examinar con otros legisladores la muestra de diapositivas del 12 de mayo con más horrendas imágenes de humillación sexual y violencia contra los prisioneros iraquíes, dijo que, en su "enérgica" opinión, las fotografías más recientes "no deberían hacerse públicas. Me parece que podrían poner en riesgo a los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas mientras están prestando su servicio en medio de grandes peligros".
Pero el impulso más decidido para restringir la disponibilidad de las fotografías provendrá del empeño incesante en proteger al Gobierno de Bush y encubrir el desgobierno estadounidense en Irak; en equiparar la "indignación" a causa de las fotografías con una campaña para socavar el poderío militar estadounidense y los propósitos que sirve en la actualidad. Del mismo modo en que muchos tuvieron por una implícita crítica de la guerra la transmisión televisada de fotografías de soldados estadounidenses muertos en el curso de la invasión y ocupación de Irak, se tendrá cada vez más por antipatriota la propagación de las nuevas fotografías que mancillen aún más la reputación -es decir, la imagen- de Estados Unidos.
Con todo, estamos en guerra. Una guerra sin fin. Y la guerra es el infierno. "No me importa lo que digan los abogados internacionales, vamos a machacarlos" (George W. Bush, 11 de septiembre de 2001). Vaya, sólo nos estamos divirtiendo. En nuestra sala de espejos digital, las imágenes no se desvanecerán. Sí, al parecer, una imagen dice más que mil palabras. E incluso si nuestros dirigentes prefieren no mirarlas, habrá miles de instantáneas y vídeos adicionales. Incontenibles.











RESEÑA: “Contra la Interpretación”
En “Contra la Interpretación”, Susan Sontag asume una postura defensora del arte más allá del contenido porque éste es un obstáculo: abusar de su idea es abusar de la interpretación. Luego de realizar un recorrido en la historia sobre la interpretación, Sontag sostiene que interpretar es sinónimo de traducir: “un acto consciente de la mente que ilustra un cierto código, unas ciertas reglas de interpretación”. De esta manera, la interpretación pretende resolver la divergencia entre el significado del texto y las exigencias del lector. Y si se ha llegado a esta instancia es porque el texto ha resultado en cierto modo insatisfactorio para el lector. Sin embargo, por esa misma razón no puede “ser desechado”, sino que necesita ser aceptado en una nueva refundición: otorgándole un significado atractivo para el lector y alejándolo de su significado original.
Defender el arte, para Sontag, es una prioridad. Teniendo en cuenta esto, sólo se discutirá de qué manera se lo defiende. En este sentido, la interpretación (o reelaboración) nunca es aceptada por quienes la llevan a cabo, porque siempre se muestran como los defensores de otros lectores debido a que se develó el significado oculto del texto. En este sentido, “interpretar es empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados”. No sólo se ve en el arte, sino que también se vio posibilitado por teorías como las desarrolladas por Marx y Freud, donde ellos aseveran que “comprender es interpretar”.
La crítica que realiza Susan Sontag contra la interpretación no sólo se aplica a las pinturas, sino que también a todas las obras de arte: desde películas de cine, hasta fotografías y libros. La búsqueda de significados ocultos es “la manera moderna de comprender algo, y se aplica a obras de toda calidad”. La interpretación “viola” el contenido de la obra porque en su uso subyace la idea de que la obra está compuesta por “trozos de contenido”: el arte se convierte en “un artículo de uso” y se sustrae entonces a una clasificación. Se lo degrada. Un atisbo de luz se vislumbra en el desarrollo del ensayo cuando Sontag dice que la interpretación a veces no prevalece. Sólo es posible cuando el arte es parodia o abstracto, como por ejemplo el pop-art.
A la par de Adorno y Horkeimer, Sontag critica la reproducción del arte y su superproducción en masa: “La nuestra es una cultura basada en el exceso, en la superproducción; el resultado es la constante declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial”. Entonces lo que importa es recuperar los sentidos, para reducir el contenido y VER al objeto. Hay que ver lo que es, no lo que significa.

8/9/09

Soporte para el T.P.Nº3

Con respecto al soporte que voy a utilizar en el trabajo práctico Nº 3, es el siguiente: mi intensión es representar por medio de los medios de comunicación lo que es la frivolidad (que de eso se encargan todo el tiempo) y se me había ocurrido realizar un video multimedia, pero encontré algunos problemas a la hora de presentarlo en el aula, por lo tanto decidí que voy a realizar una revista utilizando las fotografías de Abu Ghraib, interviniéndolas por medio de la saturación de los colores y contrastes exagerados, y como medio de pie de página realizar un análisis sintáctico de cada fotografía que voy a utilizar.

31/8/09

Sobre Susan Sontag.

Para comenzar de algún modo a hablar de Susan Sontag me gustaría comentar no tanto el libro que hemos leído sino más bien como me ha despertado la curiosidad de la búsqueda de información y “el querer saber más” sobre los temas que mensiona en su libro Ante el dolor de los demás”. La propuesta de mi trabajo era focalizar mi concepto en la frivolidad, no sólo este concepto estoy investigando, sino mas bien otros conceptos como el de “camp”, es un término en que basa su atractivo en un valor irónico o en cierto mal gusto, Susan Sontag en un ensayo de 1964 titulado Notes on Camp, enfatiza el artificio, la frivolidad, la clase media naif, la pretenciosidad y el impacto como elemento clave. Además también estoy trabajando con otros textos de Susan Sontag como La Fotografía y la Guerra, La Fotografía: breve suma, Sobre las imágenes, y Fotografías y Fotografiar.
Estoy leyendo toda la información que tengo y esas lecturas se van ramificando y nacen textos nuevos que son interesantes para este trabajo, espero ir por el camino correcto.